¿Qué cosas no consuelan?
No consuela que quiten importancia a tu dolor (“No te preocupes, todo va a salir bien”, “Hay gente que está peor que tú”), y aún menos que te juzguen (“Eso te pasa porque eres tal o porque haces tal”). No consuela que te cuenten sus problemas (“Pues yo también estoy fatal porque…”), ni que te acogoten a estar mejor o te intenten resolver la vida (“Pues tendrías que hacer tal y yo puedo ayudarte”). Y acortar repentinamente distancia física (tocar, abrazar) puede ser hasta molesto, si no existe esa confianza.
Entonces, ¿cómo podemos ayudar a alguien que queremos y está sufriendo?
Escuchar, con los oídos y los ojos, es decir, prestar atención para estar y entender, incluso si en vez de palabras hay silencio. Dejar descargar tensión, ya sean lágrimas o palabras, y acompañarlas, generando un espacio seguro para que la tensión salga y se vaya diluyendo. Observar si la otra persona necesita que la toquemos o abracemos, si quiere estar sola o acompañada, si precisa tiempo para accionar por sí misma o ayuda para hacer algo, y ofrecer eso, con mucho cuidado, para que, si nos equivocamos, nos demos cuenta.
Y no olvidemos observar nuestra propia capacidad de consolar
A veces podemos ser quien abraza y otras quien hace un chiste. A veces no podemos consolar, porque la preocupación del otro nos sobrepasa o nos aburrió, pero podemos cuidar ofreciendo otras cosas (“¿Quieres un helado?”) o haciendo de cortafuegos para una pena incendiaria que sentimos que va a quemar a esa persona y nuestra amistad (“Me duele tanto verte sufrir por X y no poder ayudarte, que prefiero que compartamos otras cosas”).
¿Quieres a una persona que lo está pasando mal y te cuesta ayudarla?
Explícame tu situación y buscaremos las herramientas estratégicas que te pueden ayudar.